lunes, 28 de enero de 2013

De como Akodo se encontró con Ikoma

Ikoma
En un post hace tiempo ya escribí sobre el RPG "La leyenda de los cinco anillos" al cual jugamos habitualmente. Hoy os traigo la curiosa historia de como se conocieron dos de los personajes más importantes del clan León, Akodo e Ikoma, espero que os guste.

Akodo sacudió el polvo de sus hombros y miró el pequeño pueblo, fijándose en todos los detalles. Desmontó de su caballo y lo llevó hasta un poste, viendo la casa de baños. Mientras caminaba por la calle, un joven corrió desde detrás de una pequeña casa. Corrió directamente hacia Akodo y se detuvo a solo un metro de él.
"¿Eres el kami?” - preguntó el chico.
Akodo sonrió y asintió:
“Si” - dijo - “Soy Akodo”.
El chico saltó e hizo el sonido del cuervo.
“¡Ja, ja,!” - dijo - “¿Estás buscando samurais?” - preguntó.
“Si” - replicó Akodo.
“¿Sabes donde hay alguno?”.
El chico asintió.
“Solo uno. Ikoma. Él es un samurai”.
Akodo preguntó:
“¿Y dónde puedo encontrar a Ikoma?”
El chico se volteó y señaló la casa de sake al final de la fila. Akodo asintió - “Arigato”.
Muchas horas después, cuando la Dama Sol cayó al Mundo Subterráneo, Akodo fue a la casa de sake. Cuando atravesó la puerta, cada hombre y mujer cayó de rodillas y tocó el suelo con la frente. Akodo de pronto sintió el peso de su obi y se encogió de hombros. Cogió su espada y la entrego al hombre que estaba en la puerta, quien le miró con ojos temblorosos.
“No temas la espada” - dijo Akodo - “teme al hombre que la porta”. El hombre asintió rápidamente y tomo la espada de manos del León.
Akodo avanzó.
“Estoy buscando samurais” - dijo - “Hombres que estén junto a mí. ¿Quién está dispuesto a poner a prueba sus habilidades?”.
Akodo estaba acostumbrado al silencio que seguía a la pregunta, pero esta vez, lo rompió una risa anciana. Miró por encima de las cabezas inclinadas y vio a un anciano sentado en la esquina. Akodo avanzó por la sala, sus firmes pisadas hacían crujir el suelo bajo su peso - “Y quién eres tú, que te ríes de...”
“Eres muy gracioso” - dijo el anciano.
Akodo sintió la furia arder en su pecho.
“¿Quién eres anciano?”.
El hombre de piel grisácea sonrió, revelando una línea de dientes rotos y solo media lengua.
“¿Yo? Yo no soy nadie importante. No a la sombra de un señor tan grande como tú”.
El sarcasmo rezumaban en los labios de anciano en los oídos de Akodo, envenenando aún más su temperamento.
“¿No conoces tu lugar, viejo loco?”.
“Evidentemente tu no conoces el tuyo... muchacho”.
La furia de Akodo alcanzó el limite. Se inclinó y lanzó a un lado la mesa en la que se apoyaba el anciano.
“Soy Akodo, Hijo de Amaterasu”.
“Se quien eres” - dijo impaciente el anciano - “Pero tu no me conoces a mí, ¿Y no es estúpido desafiar a un hombre del que ni siquiera conoces su nombre?”.
Esas palabras apaciguaron un poco el enfadado Akodo.
“Muy bien” - dijo apretando los dientes - “Dime quien eres”.
El anciano sonrió.
“Soy Ikoma” - dijo - "Soy el hombre más fuerte del mundo, porque ningún hombre me ha ganado jamás”.
“Una afirmación rimbombante”.
“Pero cierta” - Ikoma aferró su bastón y se puso de pie.
“¿Ves esto?” - dijo mientras su largo dedo tocaba una profunda cicatriz en su rostro. “Tengo esta cicatriz de la garra de un ogro. Era fuerte, pero yo fui más fuerte. Rompí sus dedos... uno por uno. Y los que no pude romper” - el anciano sonrió - “Se los arranque de un bocado”.
Akodo vio la alegría en los ojos del hombre y de pronto se acordó de su hermano Hida. El anciano continuó.
“Y esta cicatriz de aquí” - dijo, señalando una horripilante marca a lo largo de su brazo - “la gané cuando descubrí que la geisha que estaba en mi cama era una bruja” - Ikoma miró a quienes le observaban - “Pero huyó gritando cuando hube acabado con ella”.
Akodo vio a los hombre asentir y a las mujeres sonrojarse y supo que el hombre estaba diciendo la verdad.
Entonces, Ikoma señalo su ojo en blanco - “Y este ojo lo perdí ante un hombre que decía que había entrenado con Kakita”. Ikoma sacó un mon Grulla de su obi - “Aparentemente no entrenó lo suficiente”.
“Y esta” - alzó su cabello y mostró a Akodo una larga cicatriz negra en su cráneo - “Ese casi acaba conmigo”.
“Tuviste suerte” - dijo Akodo.
Ikoma frunció las cejas y sacudió la cabeza - “No. He tenido las Fortunas en mi garganta toda mi vida” - dijo. Luego miró directamente a los ojos a Akodo y dijo - “Pero también les he ganado”.
Ikoma continuó mostrando cada una de sus cicatrices a Akodo.
“..y por eso que soy el hombre mas fuerte del mundo. Si quieres luchar conmigo ahora, lucharé. Pero sabed esto, Hijo del Cielo; puede que ganes esta lucha porque cada hombre encuentra a alguien mejor antes o después, pero no te irás de rositas. Tendrás un ojo menos, te faltará un dedo o dos, pero si tienes suerte podrás conservar tu dos pies”.
“Así que, si estás listo, salgamos a la calle. Sólo tu y yo. Sin espadas ni cuchillos. Solo manos y dedos, pies y dientes, y peleemos hasta que uno de los dos grite el nombre de su madre”.
Ikoma se detuvo allí y miró hacia delante:
“Y sabed esto, Hijo del Cielo”.
Akodo se inclinó para oír las roncas palabras del hombre.
“Yo no se el nombre de mi madre”.
La mirada entre los dos hombres pareció durar por siempre, hasta que finamente, Akodo se sentó derecho e Ikoma le imitó.
“Eres realmente el hombre más fuerte del mundo, y yo no deseo luchar contigo”.
“Al menos” - acabó Akodo - “no hoy”.

6 comentarios:

  1. Buen Día, Guillermo,
    Gracias por compartir .
    Que tengas una excelente semana
    Abrazo.

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    Respuestas
    1. Gran semana para tí también Ricardo, espero te haya gustado la historia, aunque sea ficticia.

      Un abrazo.

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    2. Bola, Guillermo,
      Si, me gustó mucho el texto. Quien és el autor?
      Abrazo.

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    3. Pues no sabría decirte quien es exactamente, el grupo de trabajo del libro es bastante amplio...

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  2. Buenos días Guillermo,
    Muy bonita historia, la sabiduría superó a la fuerza, asi es como debemos actuar, transformar lo negativo en positivo.
    Gracias por compartirla.
    un abrazo

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    Respuestas
    1. Gracias a tí por leérla y comentar, me alegro que te haya gustado.

      Un abrazo Carina.

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